viernes, 24 de octubre de 2014

Comenzando por el principio, comenzando por mí.

Mi nombre es Carlos Luis Flores Ríos. Soy egresado de la carrera de psicología de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM. No soy alguien extraordinario, espero lean estas líneas que quizá sean muchas, quizá no sean extraordinarias, pero quizá le sirva a alguien o a muchos a hacer un cambio real de lo que queremos y somos, y de lo que queremos de los demás.

En un país como México, poder hablar de esperanza suena idílico. Por un lado la gran mayoría de nuestros políticos, jueces, policías y servidores públicos de cualquier nivel además de ser parte de un sistema que recibieron corrupto, lo corrompen más. Y pareciera que el camino ha sido en los últimos años burlarse de cada ciudadano. Por el otro lado los ciudadanos ante tal desfiguro y apabullante realidad piden, en su opinión con justa razón, la sangre de aquellos que debieron servirlos y los burlaron. Cada día pareciera que está más cerca ese pequeño detalle que nos lleve a una revolución. Sangre de unos y sangre de otros. Y a ese nivel sangre de asesinos en ambos bandos.

Yo en lo personal en muchas ocasiones podría haber sido participe de actos revolucionarios de haberse dado. Algunas veces por consciencia social, algunas otras por sentirme impotente ante injusticias propias y ajenas, otras quizá por rebeldía natural, en todas estaba equivocado.

Al pensar en dichos momentos, sé que quería un cambio, sé que quería que los corruptos pagaran, sé que quería el bien de México, de los mexicanos, mío. Pero, ¿Y quién nos/me lo daría? Jamás llegue a ese punto. Hasta ahora: ¿A quién le dejaría decidir por mí? ¿Quién bajo las circunstancias que he conocido de cada persona que ha pasado por mi vida podría ser ese alguien que cambiará a México? No he encontrado la respuesta y no confió en mí.

Se dice que el poder corrompe, eso me atemoriza. La gran mayoría de las personas al ser cuestionadas ¿qué harías si fueras gobernante/diputado/senador/servidor público? Tendrían respuestas como: a) pues trataría de hacer las cosas bien y ser buen servidor, pero no robaría tanto, nomas lo justo. b) pues a ver que saco, ya nos toca. Pero trataría de hacer bien las cosas. c) sacaría a todos los corruptos por la buena o por la mala (no sabemos cuál es la buena ni la mala y menos sabemos quién sustituiría a dichos corruptos) y vería con mano de hierro (esto también me atemoriza) que se cumplieran mis órdenes (¿qué ordenes? ¿A quién beneficiarían esas órdenes?). El resto de los ciudadanos por distintas razones preferiríamos no tener la responsabilidad de multitudes, en mi caso porque no confió en el sistema y porque no me considero una persona adecuada para controlar un poder tal.

Durante mi vida he cometido infinidad de errores y acciones negativas. He sido infiel, en ello he mentido infinidad de ocasiones y muchas de ellas mirando a los ojos de una persona. Cuando joven he robado dinero a mis padres, les he mentido. He deseado muchas veces el mal al prójimo, me he alegrado de sus desgracias. He sido corrupto, he recomendado a muchos serlo para “tenerla más fácil” en ciertas situaciones. He tirado basura en la calle. He negado favores que me eran posibles y que no me representaban molestia alguna. He sido vencido infinidad de veces por la pereza, la gula, la avaricia, la lujuria, la ira, la envidia y la soberbia. He molestado gente, he ofendido, he herido. En fin, no soy un ciudadano/amigo/pareja modelo.

Y sin embargo, no puedo más que horrorizarme al ver la cara desollada de un estudiante Ayotzinapo, con sus cuencas oculares vacías. La primera reacción al saber del ataque a los estudiantes y al camión del equipo de fútbol (que así fue como me entere en una página deportiva en línea) fue de indignación, de rabia, de enojo, pero también del: esto es México, es culpa de nosotros los ciudadanos por permitirlo, no pasara nada. Y por ende de: ojala hubiera una revolución, si pudiera matar a cada uno de los responsables (aunque hace tiempo he pensado que no acabaría, son/quizá somos demasiados) pero entonces pocos días después vi la imagen de Julio Cesar sin piel en la cara, sin ojos.

Mi corazón se detuvo, mi cabeza se congeló, mi razón regreso a mí. Me duele enormemente que un ser humano sin importar su edad, su género, su tendencia sexual, su religión, su posición social/económica, sus gustos musicales, su forma de vestir/hablar, su equipo de fútbol tenga que terminar así, que haya sufrido lo que sufrió. Que su madre, padre, hermanos, hermanas, pareja haya visto esa imagen me parece doloroso y me llena los ojos de lágrimas. Yo no quisiera ver a nadie de mis seres queridos, a ningún amigo, a ningún conocido, a ningún desconocido ni a aquellos que se consideren mis enemigos (que hoy ya no creo tener) así. Mucho menos podría imaginarme siendo el ejecutor de dicho crimen, no podría. Ni siquiera me visualizo atropellando un perrito, no podría.

No podría ser la causa de dolor de una madre que no sólo no volverá a ver a su hijo a su lado sino que además tuvo que verlo así, imaginar su sufrimiento y saberse incapaz de haberlo protegerlo. No podría dormir, no podría recibir una orden así, no podría servir a quien da órdenes así, no podría dar una orden así, no podría votar por alguien así, no podría ser padrino político de alguien así, no podría ser procurador de justicia e ignorar a alguien así, no podría ser superior de alguien así, no podría compartir ideales políticos con alguien así, no podría sentarme a la mesa con alguien así, me sería sumamente difícil darle mi mano a alguna de las personas que si permitieran todo lo anterior.

Y sin embargo creo que debo hacerlo. No veo como derribar a cada uno de ellos por la fuerza, tomando su vida, ensangrentando más a México, impactando más de esa forma corazones y mentes, no veo como pueda haber solución atacando, ofendiendo, matando, culpando; ¿Cuál de esas acciones tiene carga positiva? ¿Cuál de ellas cura? ¿Cuál construye? ¿Cuál da soluciones?

Conciliar, escuchar, entender, comprender, procurar, empatizar me suenan mejor cuando la violencia ha invadido este país.

Escuchar permite saber del otro, ser escuchado a veces también nos permite reflejarnos en el otro. En muchas de mis acciones nunca considere a la otra persona, bastaba con saber que yo me sentía bien, con justificar de diferentes formas, unas lógicas unas no tanto, mis acciones. Bastaba, hoy no. Hoy sé que lastime a gente que me amó a otros que me aman. Sé que ofendí por lastimar a gente que se cruzó en mi camino, así es, algunos solo porque se cruzaron en el momento adecuado, en el momento en que yo decidí ser el centro del universo. En el momento en que decidí que mi voluntad sobrepasaba el interés, sentir y voluntad de otros. Me alegra no haber llegado más lejos, me alegra no haber tenido más poder del que he tenido. Hoy me encantaría haber sabido mucho antes que solo soy una persona entre tantas queriendo ser feliz, queriendo ser exitoso y queriendo ser un hombre digno.

No digo que no se haga justicia, sí que se haga la justicia adecuada. No digo que México no deba reconstruirse, sí que debe crearse un nuevo sistema completamente que permita que quien sea que gobierne a cualquier nivel trabaje adecuadamente a la vez que sea evaluado de la forma correcta. Que quien procure nuestra seguridad lo haga cobijado por la confianza, con habilidad, con educación. Que quien vigile la imparcialidad en las votaciones comienza por conocer lo que es la imparcialidad al lograr su puesto de forma limpia y a la vista de todos, que quien eduque en las escuelas domine ese arte, ame su admirable profesión, que quien eduque en casa sea responsable de ello, que hable como quiera que sus hijos hablen, que actué como quiere que sus hijos actúen. Que todo aquel que provea un servicio tenga convicción plena de lo que hace, del valor de su aporte a la sociedad.  Que todo aquel que reciba un servicio comprenda lo anterior, con un gracias y una sonrisa sincera se abren cualquier puerta.  Pero no reconstruir a México con más sangre, no intentar limpiar a México corrompiendo corazones y perturbando mentes más de lo que ya están. 

No está mal pedir la renuncia de cualquier burócrata y servidor público a cualquier nivel. El punto es ¿Quién entonces? Quien deba ser enjuiciado y condenado, que lo sea. Quien haya de ser despedido, que así sea. Ninguno merece ser asesinado ni sobajado. No ganamos nada con linchar al corrupto, lanzamos una piedra al aire que algún día caerá sobre nosotros, sobre quienes amamos, sobre lo nuestro. El de al lado también soy yo. El corrompido también he sido yo, y ya que no quiero serlo no puedo dejarlo sólo en su condena. El que gobierna ha sido elegido por acción u omisión. Esta ahí porque lo permitimos, porque lo votamos, porque no votamos, porque merecemos el tipo de gobierno que permitimos. Si los medios manipulan, es porque pueden, porque generan ingresos de miles de productos que consumimos todos, hay solución también a eso sin violencia.


Podemos gobernar todos a México desde el lugar que nos corresponda de darse una revolución social (pacifica), pero primero debemos gobernarnos a nosotros mismos. Esa es mi esperanza.